El día que la política se vaya de los Ayuntamientos

El Ayuntamiento de Alcobendas es un tablero y los concejales son los peones al servicio de sus partidos y no de los ciudadanos.

13/12/2025

Los Ayuntamientos deberían ser instituciones al servicio de los vecinos, encargadas de facilitar la vida diaria, garantizar la seguridad, mantener los barrios en condiciones dignas y gestionar de manera eficiente los recursos de todos. Sin embargo, lo que encontramos hoy es otra cosa: estructuras diseñadas para reproducir la política de los partidos, donde el ciudadano queda relegado a un papel secundario, y la gestión eficiente desaparece bajo capas de cargos, mociones, intereses y propaganda.

La política ha colonizado los Ayuntamientos, obligándolos a replicar dinámicas parlamentarias que no les corresponden. Portavoces, portavoces adjuntos, grupos municipales e incluso miembros de la oposición cumplen roles que no sirven para lo que se concibió un Ayuntamiento. En la práctica, los consistorios se convierten en símbolos externos de poder de los partidos nacionales, donde la cantidad de concejales refleja más la influencia del partido que la capacidad real de gestionar la ciudad.

A esto se suma una corrupción silenciosa y estructural. Mientras hoy asistimos a escándalos mediáticos en el entorno del Gobierno, en los Ayuntamientos opera una corrupción más sutil pero igualmente letal para los intereses de los vecinos. Las candidaturas se confeccionan para devolver favores, equilibrar corrientes internas o colocar a quienes sirven a intereses del partido, sin importar si pueden resolver los problemas de la ciudad. El ciudadano deja de ser el centro, y los cargos municipales se convierten en herramientas para fortalecer partidos y carreras personales.

El diseño legal de los consistorios contribuye a este deterioro. En Alcobendas, con 27 concejales, la mayoría absoluta exige al menos 14 para gobernar. Esto obliga a crear cargos y repartir sueldos para asegurar lealtades, aunque no hagan falta 14 concejales para gestionar la ciudad de manera eficiente. Si algún concejal queda sin cargo, cualquier decisión se negocia y la gobernabilidad queda supeditada a intereses personales antes que al bien común. El sistema, en sí, empieza corrompiéndose para poder funcionar.

Además, la práctica de incluir en candidaturas personas que no viven en el municipio agrava la desconexión. Aquellos que ven el Ayuntamiento como trampolín hacia la política autonómica o nacional rara vez entienden los problemas reales de la ciudad. Se rodean de personas “cómodas”, que no cuestionan y cuya ambición se limita a vivir del erario público, priorizando carreras personales sobre el interés del vecino.

La llamada oposición tampoco cumple un papel funcional. Plenos mensuales, mociones declarativas y discursos grandilocuentes se convierten en teatro ideológico, pagado por todos los ciudadanos y guiado por los partidos a nivel nacional. Debates sobre la subida de cuotas de autónomos o críticas a ministros no tienen nada que ver con la gestión municipal y solo sirven para reforzar la propaganda. Mientras tanto, los problemas reales permanecen sin resolver.

Porque los problemas que de verdad deberían ocupar al Ayuntamiento son concretos, tangibles y cotidianos:

  • Limpieza y mantenimiento de calles, hoy en un estado lamentable.
  • Seguridad real, para que nuestros hijos y mayores puedan pasear sin miedo.
  • Trámites ágiles, que permitan a jóvenes y emprendedores abrir negocios sin perderse en la burocracia.
  • Fomento del comercio de proximidad, evitando que las únicas tiendas que sobrevivan sean salas de juego o locales de ocio nocturno.
  • Servicios adecuados para nuestros mayores, para que no tengan que abandonar los barrios donde han vivido toda su vida.
  • Vivienda para vecinos de Alcobendas, no para la Comunidad en general.

A estos problemas cotidianos se suman la movilidad y el tráfico, gestionados con criterios recaudatorios o propagandísticos. La ampliación de zonas O.R.A., la falta de aparcamientos escolares, los atascos en La Moraleja y el asfaltado incompleto son ejemplos de decisiones orientadas a ganar elecciones, no a mejorar la vida de los vecinos. Todo está calculado, tácticamente, por partidos que buscan mantener o alcanzar el poder, sin importar el coste para la ciudad.

El Ayuntamiento debería ser la primera línea de la Administración, estrictamente administrativo y al servicio del ciudadano. La fiscalización de sus actos debería ejercerse directamente por los vecinos, en un modelo de transparencia comprensible, donde cualquier ciudadano pueda entender costos, plazos, dificultades y resultados. La complejidad de empresas públicas, fundaciones y otros instrumentos opacos solo dificulta el control y sirve para colocar amigos y favores, alejando aún más la gestión de la ciudadanía.

El día que la política se vaya de los Ayuntamientos, no desaparecerá la democracia; al contrario, volverá a su lugar natural: el ciudadano. Concejalías al servicio de la ciudad, oposición útil y crítica, transparencia real, decisiones basadas en necesidades concretas y no en intereses partidistas. Ese día, los Ayuntamientos recuperarán su razón de ser: hacer la vida más fácil a quienes viven en el Municipio.

Mientras sigamos confundiendo política con gestión, poder con servicio y propaganda con soluciones, los problemas permanecerán, y quienes los sufriremos, como siempre, seremos los vecinos.

Jesús Ulloa
Presidente de Alcobendas Sin Más

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