San Isidro en Alcobendas: Pan, circo y un poquito de humo
Los romanos lo tenían claro: cuando las cosas iban mal, un buen espectáculo mantenía a las masas entretenidas. Y en Alcobendas, parece que hemos tomado buena nota.
27/03/2025
Este año, las fiestas de San Isidro se estiran como un chicle hasta los diez días. Del 9 al 18 de mayo, más tiempo de jolgorio que nunca. Un salto cuantitativo respecto al año pasado, cuando “sólo” fueron del 10 al 15. ¿Por qué? Porque nada dice "gestión municipal de calidad" como ampliar la verbena mientras la ciudad se desmorona.
Mientras las asociaciones culturales y casas regionales, otrora pilares básicos de nuestras fiestas, intentan milagrosamente sostener las casetas con sus propios recursos y sin relevo generacional, las grandes cuestiones de la ciudad quedan convenientemente tapadas bajo luces de feria y conciertos. ¿Por qué tanto entusiasmo en la fiesta? ¿Qué se intenta ocultar tras tanto confeti?
Tal vez no quieren que hablemos de las parcelas que se están enajenando a favor de la Comunidad de Madrid. En lugar de que sea el Ayuntamiento quien construya y gestione viviendas para los jóvenes y vecinos de Alcobendas, prefieren que se decida desde Madrid quién tiene derecho a ellas. Total, qué más da si el acceso a la vivienda es uno de los principales problemas de los ciudadanos, lo importante es que haya churros y fuegos artificiales.
O quizá el ruido de la feria sirva para silenciar el escándalo de la aberrante obra en El Soto, diseñada para dar salida a La Solana. Un proyecto que promete más hormigón, más tráfico y menos sentido común, pero, eh, ¡que no falte la tómbola! ¿Alguien ha pensado en el impacto medioambiental que tendrá esta reestructuración? ¿O en el embotellamiento garantizado que traerá consigo? Claro que no, porque entre orquestas y chiringuitos es más fácil evitar preguntas incómodas.
También es posible que diez días de fiesta sean la cortina de humo perfecta para que no hablemos del lamentable estado de limpieza de nuestras calles. Pintadas, suciedad y un "basurazo" que, por más que se intente ignorar, sigue oliendo fatal. Pero tranquilos, que la pista de baile estará impoluta. Por supuesto, el problema de la limpieza no es nuevo, pero ¿qué mejor forma de camuflarlo que inundando la ciudad de luces de feria y tracas de fuegos artificiales? Que nadie se queje del hedor si en el aire huele a pólvora festiva.
Y luego está la seguridad. ¿Alguien ha pensado en lo que pasa en los barrios mientras toda la atención policial se centra en el recinto ferial? Porque, claro, con todos los efectivos en la feria para evitar altercados, los demás barrios quedan a la buena de Dios. En años anteriores ya hemos visto el aumento de pequeños delitos en zonas menos vigiladas durante las fiestas, pero ¿importa eso cuando tenemos un escenario con DJ y pachangueo nocturno? Parece que las prioridades están claras: música alta, policía baja.
Mientras tanto, la oposición parece haberse apuntado a clases de violín, porque otra explicación para su silencio ensordecedor no hay. ¿Dónde están cuando de verdad se les necesita? Parece que la realidad de Alcobendas es demasiado incómoda para algunos, así que mejor miramos para otro lado y nos tomamos una caña en la caseta. Quizás, cuando se apaguen las luces de la feria, alguien se digne a recordar que hay una ciudad más allá del recinto ferial, con problemas que no se resuelven con una ración de calamares y un brindis institucional.
La fiesta es divertida, sí. Pero una ciudad no se gobierna a golpe de verbena. Y cuando la resaca de estos diez días pase, los problemas seguirán ahí. Eso sí, con un poco más de polvo de feria cubriéndolos. Quizás la verdadera fiesta para algunos es la de vivir de espaldas a la realidad. Pero cuidado, que en algún momento las luces se apagan, y ahí es cuando veremos el verdadero estado de Alcobendas, sin maquillaje ni serpentinas que lo disimulen.
Jesús Ulloa