Consejos de Administración en Alcobendas: el chiringuito perfecto para las dietas y los favores políticos

30/08/2025

En Alcobendas tenemos cuatro empresas públicas dependientes del Ayuntamiento: EMARSA (Empresa Municipal Auxiliar de Recaudación), EMVIALSA (Empresa Municipal de la Vivienda), SEROMAL (Servicio y Obras Municipales) y SOGEPIMA (Sociedad de Gestión del Patrimonio Inmobiliario). Sobre el papel, cada una cumple funciones que suenan imprescindibles: gestionar tributos, promover vivienda, mantener la ciudad o administrar patrimonio municipal. Nadie discute que esas áreas requieren atención, pero lo que está en cuestión es el modo en que se gobiernan estas entidades y, sobre todo, la existencia de unos Consejos de Administración que no sirven para otra cosa que engordar sueldos, repartir favores y mantener contentas a las distintas familias políticas.

A cualquiera que se lo expliquen le parecería surrealista: cada Consejo tiene 11 miembros, una especie de pleno en miniatura que replica la representación política del Ayuntamiento, pero sin los 27 concejales completos. Lo que debería ser un órgano de control se convierte en un club privado donde los partidos colocan a sus concejales y, cuando no, a amigos de partido que no entraron en el Pleno pero a los que hay que “compensar” por los servicios prestados. Todo esto, cómo no, a costa del bolsillo de los vecinos. Por cada reunión, que en algunos casos no llega ni a diez minutos, cada consejero se embolsa unos 450 euros. Cada Consejo celebra unas once reuniones al año y, como son cuatro empresas, la suma anual roza los 300.000 euros. Trescientos mil euros para que los políticos jueguen a fiscalizar sin fiscalizar absolutamente nada.

La gran coartada es la fiscalización. Nos cuentan que estos Consejos son necesarios porque vigilan la gestión de las empresas públicas. Basta leer las actas de varias de esas reuniones para comprobar que el punto de “Ruegos y Preguntas” se despacha sin una sola intervención. Mes tras mes, sin que nadie plantee ni una sola duda, sin que se formule una pregunta, sin que se eleve una crítica. Fiscalización cero. Transparencia cero. Lo más sangrante es que, para rizar el rizo, las reuniones de los cuatro Consejos se suelen concentrar en un mismo día. ¿Quién puede repasar las cuentas y los documentos de cuatro empresas distintas en unas pocas horas? Nadie. Lo que se produce es un trámite exprés: todos entran, levantan la mano, se aprueba lo que se tenga que aprobar, se pasa lista y cada cual se marcha con su dieta garantizada.

Si hablamos de cada empresa por separado, la caricatura se vuelve todavía más ofensiva. EMARSA, encargada de la recaudación de tributos, debería estar bajo la lupa más estricta, porque gestiona el dinero que todos los vecinos pagamos en impuestos. En la práctica, los Consejos se limitan a asentir, sin rastro de un control efectivo. EMVIALSA, la empresa municipal de la vivienda, debería ser clave para que los jóvenes puedan acceder a una casa en una ciudad cada vez más cara, y sin embargo lo que encontramos es que los Consejos son más útiles para colocar consejeros que para poner viviendas en el mercado. SEROMAL, la empresa de servicios y obras municipales, debería ser la garantía de que las calles estén cuidadas y la ciudad en condiciones, pero los vecinos llevan años denunciando deterioro, abandono, falta de mantenimiento. Nadie en esos Consejos levanta la voz. Y SOGEPIMA, encargada de gestionar el patrimonio inmobiliario municipal, administra bienes que son de todos, pero con una transparencia que brilla por su ausencia. Ahí, una vez más, los consejeros cumplen su papel de figurantes que cobran por estar sentados.

Existe, además, una norma que pretende poner un límite al abuso: los concejales no pueden estar en más de dos Consejos de Administración. Tiene lógica, porque acumular cargos e ingresos desvirtúa cualquier independencia. Pero en Alcobendas, como siempre, las normas se retuercen a conveniencia. Nada más arrancar este mandato, se aprobó que la alcaldesa, la Sra. García Alcántara, pudiera estar en los cuatro Consejos, según el acta del pleno por considerar imprescindible su presencia en los cuatro. Y, para completar el cuadro, se permitió que dos concejales de VOX participaran en tres, Sra. Arranz Santos y Sr. Guadalfajara Rozas, “por considerar que su intervención en la gestión de las mismas puede resultar oportuno dada su experiencia”. La consecuencia es evidente: ¿qué independencia puede tener un partido que ha negociado con el PP estar en tres Consejos para cobrar más? Ninguna. VOX ha dejado de ser oposición beligerante para convertirse en satélite dócil. Porque cuando tu sueldo depende de las concesiones del partido que gobierna, criticar con dureza se convierte en un acto de suicidio político. Y eso explica su silencio y su falta de beligerancia en cuestiones donde los vecinos esperaban otra actitud. Se han vendido, y además se han vendido barato.

Más allá del sobresueldo inmediato, los Consejos sirven como moneda de cambio dentro del ecosistema político. Un asiento en un Consejo de Administración es un premio diferido para el amigo fiel, para el militante que se deja la piel en campaña, para el candidato que no entró en la lista pero al que conviene contentar. Se reparten como caramelos, no en función de la capacidad para fiscalizar una empresa pública, sino en función de la obediencia y la lealtad. Es un engranaje perfecto para aceitar las redes clientelares. Y todo bajo la apariencia de normalidad democrática, como si fuera parte natural del sistema.

El vecino de Alcobendas, mientras tanto, no recibe absolutamente nada a cambio. Ningún servicio mejora porque existan estos Consejos, ninguna calle está más limpia, ninguna vivienda adicional se construye, ningún euro de nuestros impuestos se gestiona mejor. Lo único que crece es la factura de un mecanismo que solo beneficia a quienes se sientan en él. Trescientos mil euros al año que se van en dietas mientras los barrios se deterioran, mientras la seguridad preocupa, mientras la movilidad es un caos, mientras los jóvenes siguen viendo imposible comprar o alquilar en su ciudad. Y todo porque los partidos no quieren renunciar a un sistema que les permite contentar a los suyos y llenar bolsillos a costa de todos.

Hay además un coste que no se mide en euros, sino en credibilidad política. Porque cada vez que un vecino descubre que las reuniones duran diez minutos y cuestan 450 euros por cabeza, la desafección aumenta. Cada vez que alguien escucha que los Consejos son para fiscalizar pero ve que no se pregunta nada, la desconfianza crece. Y cada vez que se aprueban excepciones para que unos pocos acumulen más asientos y más dietas, se confirma lo que todos sospechamos: que el sistema está diseñado no para servir a los vecinos, sino para servirse a sí mismos.

La alternativa es evidente. No hace falta mantener Consejos que no fiscalizan. El control de estas empresas debe hacerse en el Pleno municipal, con luz, taquígrafos y vecinos como testigos. Que los directores-gerentes de EMARSA, EMVIALSA, SEROMAL y SOGEPIMA rindan cuentas públicamente, en sesiones abiertas donde todos puedan escuchar y preguntar. Eso es transparencia real. Lo demás es humo, teatro caro y estafa silenciosa.

Decirlo con claridad no debería escandalizar a nadie: los Consejos de Administración de las empresas públicas de Alcobendas son un despilfarro inútil. No aportan nada al vecino, no sirven para controlar nada y únicamente funcionan como fábricas de dietas, favores y corruptelillas de poca monta. Son el mejor ejemplo de cómo nuestros políticos han convertido la gestión municipal en un negocio particular, donde lo importante no es lo que se hace por la ciudad, sino lo que se cobra por aparentar que se controla. Y si de verdad queremos regeneración, transparencia y honestidad en Alcobendas, el primer paso es tan sencillo como contundente: eliminar de una vez por todas estos Consejos y acabar con un chiringuito que nos cuesta 300.000 euros anuales y que insulta a la inteligencia de cualquiera que lo analice con un mínimo de seriedad.

Jesús Ulloa
Presidente de Alcobendas Sin Más

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